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Cuando la ciencia y la política se encuentran: lecciones de Uruguay ante la pandemia

En junio de 2020, el Banco Interamericano de Desarrollo organizó una conversación con Rafael Radi, quien lideraba en ese momento la estrategia uruguaya para afrontar la COVID-19. El encuentro exploró los elementos que hasta entonces habían permitido una contención efectiva de la pandemia en Uruguay y las percepciones de Radi sobre el sistema de ciencia, tecnología e innovación del país.

Aunque la conferencia tuvo lugar hace varios años, las reflexiones que emergieron siguen siendo valiosas para entender la configuración de los sistemas nacionales de ciencia, tecnología e innovación (SNCTI).

Rafael Radi es un bioquímico uruguayo, profesor del Departamento de Bioquímica y director del Centro de Investigaciones Biomédicas (CEINBIO) de la Universidad de la República. Fue el primer científico uruguayo reconocido por la Academia de Ciencias de Estados Unidos y fue designado por el gobierno uruguayo como coordinador de la estrategia nacional para la contención de la COVID-19 en el país.

En lugar de seguir un orden cronológico, organizaré las ideas por los temas que considero más relevantes.

Validación social de la ciencia como base para la influencia política

Radi resalta que la ciencia debe tener respaldo y validación social para influir sobre las políticas públicas. La COVID-19 incrementó la comprensión social sobre la utilidad de la ciencia para el bienestar colectivo, abriendo la puerta a mayor presupuesto público. En el marco de la pandemia, la investigación logró protección frente a la ingerencia política, con científicos y políticos operando dentro de marcos de acción claramente delimitados.

Diseños institucionales para la interacción ciencia-política

Una conclusión central es la necesidad de promover la interacción entre políticos y científicos, respaldada por la validación social. Esto requiere diseños institucionales más pertinentes. Por ejemplo, aunque el sector estatal cuenta con una cantidad importante de científicos que producen conocimiento para sus necesidades de política pública, debe fomentarse mayor interacción con el sector académico para evitar que esos científicos queden aislados de las capacidades del país.

Lo anterior implica modificar la estructura misma de los ministerios para posibilitar cargos mixtos y mayor flujo de personas entre el sector académico y el estatal, permitiendo que el conocimiento se transfiera entre actores de manera más fluida. También es importante fomentar la confianza con el sector empresarial. De allí que una recomendación brindada sea que las entidades de promoción de la ciencia, tecnología e innovación fortalezcan los programas implementados para que las empresas de los países absorban los nuevos científicos que están generando las instituciones académicas.

La confianza como elemento clave

Estas acciones construyen confianza entre actores. Según Radi, la confianza preexistente fue fundamental para coordinar una respuesta rápida ante la pandemia. Es clave que cada actor tenga claro su rol: el científico asesora y el político toma la decisión. Esta división beneficia también a los científicos, pues les garantiza libertad e independencia para que sus recomendaciones se basen en la evidencia y el rigor, disminuyendo los sesgos políticos.

La confianza debe extenderse al sector empresarial. Por ello, una recomendación es que las entidades de promoción de la ciencia, tecnología e innovación fortalezcan los programas para que las empresas absorban a los nuevos científicos que están formando las instituciones académicas.

Balance entre lo local y lo global

Un tema final que quiero resaltar es la importancia de la interacción entre capacidades y necesidades locales con las agendas globales. Este es un debate recurrente en los espacios de política científica: ¿debe la ciencia responder a la solución de problemas locales y a la generación de impactos sociales, o debe interactuar con las comunidades globales para mantenerse en la frontera del conocimiento?

Radi destaca la experiencia de los institutos de investigación alemanes y propone una complementariedad entre lo local y lo global, que se podría lograr con tres elementos:

  1. Enfoque local con criterios universales: Los problemas que resuelven los científicos deben tener un enfoque local, pero siempre bajo criterios de calidad universal. Por ejemplo, las revisiones de literatura deben ser lo más comprensivas posibles. Esta interacción local-universal permite que los científicos latinoamericanos establezcan relaciones de igual a igual con sus pares en el extranjero, disminuyendo posibles jerarquizaciones.
  2. Decisiones contextualizadas con calidad internacional: Las decisiones de política científica deben partir del contexto —que indica las necesidades y capacidades del sistema—, pero siempre con miras a garantizar la calidad internacional de la producción.
  3. Equipos interdisciplinarios: La creación de equipos interdisciplinarios facilita que los proyectos de investigación respondan a necesidades locales.

Una forma de lograr este balance es mediante la integración de capacidades latinoamericanas. Radi menciona la configuración de centros especializados en distintas zonas de la región: centros de investigación enfocados en un problema, una disciplina o una tecnología, ubicados en diferentes áreas geográficas de Latinoamérica, aunando esfuerzos para su desarrollo. Así, el continente podría abordar distintas especializaciones, ganando economías de escala y generando flujos de conocimiento entre países.

Estas son las reflexiones que extraje de la conferencia. Recomiendo verla porque genera interesantes perspectivas para la política de ciencia, tecnología e innovación en América Latina.

Publicado enEducación SuperiorSistemas CTI

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