Los profesores Sarah de Rijcke y Adrián Bonilla conversaron sobre la gestión de las trayectorias de investigación y su evaluación, como parte de los Café Mimir Andino. A continuación, resumo algunas de las apreciaciones que emergieron de ese café.
La ciencia debe servir para responder a las necesidades de las personas, puesto que ella es, en gran parte, financiada con recursos públicos. Entre las necesidades está la superación de brechas sociales entre los actores sociales bajo el entendido de que cada país tiene sus propias dinámicas y contextos. Por ello, los mecanismos de evaluación de la ciencia deben ajustarse de tal forma que reconozcan esas necesidades y esos contextos, por lo que los criterios de calidad de la investigación deben adaptarse a las condiciones de cada país. Así, los indicadores a utilizar en la evaluación deben incluir el impacto que está teniendo la investigación de calidad para resolver las necesidades.
Partiendo de esto, es fundamental que los sistemas de evaluación analicen con precisión qué entienden por calidad de la investigación. Este paso debe realizarse antes de seleccionar los indicadores de evaluación docente, en el contexto de las universidades, puesto la definición orienta la elección de indicadores apropiados. Gracias a ello sería posible superar que la cantidad de publicaciones y el factor de impacto de la revista sean los criterios únicos para definir la excelencia de la investigación, y con ello darle más peso a la calidad de la publicación que al medio donde se publica. Además, la redefinición de calidad permite contemplar otras opciones de publicación más allá del artículo científico, de tal forma que se abra el espacio para incluir todas las actividades del proceso investigativo y, con ello, reconocer la diversidad disciplinaria y de trayectorias que pueden realizar los investigadores.
El reconocimiento de la diversidad no se limita solamente a la disciplina sino a los actores que participan en la investigación, partiendo del carácter colectivo de la construcción del conocimiento. La ciencia se ha venido transformando profundamente, pasando de ser una actividad individual a una construida colectivamente, es decir, una práctica colectiva. Por tanto, es necesario que los sistemas de investigación superen las evaluaciones y los reconocimientos a la figura individual del investigador, como su prestigio, y pasen a reconocer la CTI como una actividad colectiva que, a la larga, permita solucionar retos sociales. Ello se logra mediante la transformación de los incentivos, para que dejen de enmarcarse en la competencia individual como sucede, por ejemplo, cuando se le da excesiva importancia a la posición individual entre los actores; y se empiece a enfatizar las acciones colaborativas en las que participa cada investigador en forma de contribuidor más que de autor.
De ello que la trayectoria individual del investigador sea un factor crítico para los sistemas de investigación. Es imperativo asimilar que no todos los investigadores deben realizar todas las actividades (formar estudiantes, publicar artículos, obtener financiamiento, participar en conferencias, divulgar el conocimiento, etc), sino que cada individuo puede especializarse en una trayectoria: lo fundamental es que las instituciones configuren equipos compuestos por perfiles diversos que puedan abordar distintas funciones.
De allí se sigue que el Curriculum Vitae de las personas, y equipos, debe cobrar mayor importancia a la hora de evaluar las carreras de los investigadores. El CV da cuenta de la historia de vida del investigador y permite, si se diseñan formatos adecuados, tener un espacio para analizar el impacto concreto que la investigación ha tenido en distintos escenarios (académico, económico, social, político, entre otros) de acuerdo a los objetivos individuales e institucionales.